La literatura nos ha dado, en diferentes épocas, novelas que versan sobre el encierro, de diversas maneras. Podemos incluso pensar en los autores que han escrito desde el encierro, muchas veces autoimpuesto, produciendo obras singulares y poderosas. Es el caso de Emily Dickinson, las hermanas Brontë o Flannery O´Connor.
Se trata sin duda de un tópico largamente recorrido. Sin embargo, lejos de caer en lugares comunes, Fernanda Trías logra en La azotea una novela diferente, que, con una prosa precisa, nos moviliza, generando espanto y empatía, todo al mismo tiempo.
Clara, una joven que vive con su padre y que está embarazada, narra en primera persona un encierro progresivo, que comienza con el cierre de puertas y ventanas y que va avanzando hacia un estado de desintegración total, de deshumanización, en el que el afuera se convierte en un todo peligroso y amenazante. “No hay rambla ni plaza ni iglesia ni nada. El mundo es esta casa” Carmen, el único contacto con el mundo real, también va deviniendo en quien encarna el complot de destrucción y de esta manera, todo lo que sabemos es lo que pasa por la imaginación de Clara.
Vemos el mundo desde sus imágenes mentales en este relato que transcurre en un único espacio, en lo que bien podría ser una obra de teatro. Fernanda Trías construye una primera persona potente que nos hace entrar en este mundo mental absorbente. Es una novela para leer de un tirón con el aire entrecortado.
¿Sabemos qué le pasa a Clara? La autora insinúa con elegancia literaria un pasado de traumas y abuso y es eso lo que va conduciendo al lector desde el horror por el encierro al que somete a su padre e hija, en lo que aparenta ser una venganza por ese pasado no del todo dicho, a la empatía por su sufrimiento.
Y en este relato claustrofóbico, la azotea es ese resquicio de contacto con el afuera, de aire fresco, donde la protagonista parece escapar con lo que le queda de humanidad, pero es también posibilidad latente de precipicio y muerte.
“Quiero reconstruir la vista de la azotea, recordarla de forma tan perfecta que ya no pueda distinguir el recuerdo de la realidad. La azotea era mi lugar, el único donde no pudieron vencerme”.
Pareciera que Clara espera. Espera algo que no sabemos bien qué es, acaso la confirmación de sus terrores, la evidencia de que el mundo no puede ser más que ese espacio hundido, agobiante, mientras lo va deshaciendo en un camino hacia la locura.