Una Casa Llena de Gente

La lectura comienza en un tono calmo, o eso parece. Sin embargo, solo algunas páginas más tarde se anticipa lo que la autora da en llamar “la hecatombe”, un misterio que rige la historia y que se va revelando poco a poco en la reconstrucción que Charo hace del pasado.

Un edificio de pocas unidades es el escenario en el que se desarrolla esta novela de carácter íntimo, en la que los espacios van configurando los vínculos, mostrando sus miserias y debilidades, lo que se deja ver y lo que se oculta, los conflictos que los atraviesan y las idiosincrasias que se contraponen.

Charo Almeida, guiada por una carta que le deja su madre antes de morir, va reconstruyendo el pasado de su familia y del “chateaux”, así es como los Almeida llaman a este edificio. Es una carta reparadora, en la que Leila, escritora algo frustrada, deja ver lo que durante años ocultó de sí misma; se revela ante su hija, le entrega las claves de su pasado -y el de los demás- y la invita a que bucee en esa historia, que la reconstruya. Así es como Charo comienza la pesquisa de su vida, ahonda en los vínculos de su familia, los de sus vecinos, recrea el camino que llevó hasta los fatídicos hechos del final y, mientras tanto, ilumina los recuerdos de su infancia.

Sin perder nunca el espíritu de lo común, la novela va sumando tensión a medida que pasan las páginas. Los vínculos se complejizan, los recuerdos se acumulan y los distintos personajes van explayándose en sus miradas sobre los demás.

La novela se divide en cinco partes que conforman una estructura ágil que, con una dosis de humor sutil, va llevando al lector de la mano por las distintas facetas de esta comunidad habitacional. Y en este devenir, la autora nos habla sobre cómo a veces los libros habitan los espacios incluso más que las personas. “Para mí la única casa llena de gente que vale la pena es la literatura”.

Mariana Sández nos deja una novela entretenida y profunda. Una idea sencilla convertida en una compleja trama de vínculos que nos invita a la reflexión y nos enfrenta con la parte más privada de las relaciones familiares, con los recuerdos que conservamos y los que dejamos escapar.

Paloma Zeiguer

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