Las vicisitudes del amor, del encuentro y el desencuentro, desplegadas con sencillez y profundidad en estas breves páginas. Los vínculos románticos no son lineales, y Juan Villoro logra trasportarnos al interior del amor de dos amantes que se acercan y se alejan a través de la vida para finalmente crear un espacio imaginario en el que el encuentro es posible en su propia medida.
Juan Jesús es un joven que busca convertirse en artista contra el pronóstico que le impone la realidad. Es la parte débil de la relación, a quien la ruptura lo desarma, pero es también la parte creativa, la que impulsa el reencuentro posible para reconfigurar las deudas del pasado.
Nuria es una joven fuerte, quien toma las decisiones y parece guardar las riendas de su destino. Pero está atada a ser hija, en un vínculo filial que la envuelve y la somete, mostrando aristas de misterio que acompañarán la lectura hasta el final.
El amor entre ambos personajes atraviesa el tiempo y el espacio, a veces real, a veces imaginado. Las demandas de futuro se entremezclan con la nostalgia de un pasado que no volverá, pero al que se aferran. Y en el medio de esta historia de voces y silencios, otro personaje asoma aportando el elemento bizarro y hasta humorístico, el Tornillo Lascuráin.
Ámsterdam también se compone como un personaje de ficción. Es aquello que los protagonistas desean que sea en esas breves pero profundas llamadas telefónicas a través de las cuales Juan Jesús y Nuria despliegan un pacto tácito de silencios que componen esta novela sobre el amor. Ámsterdam es el espacio en donde el amor de ellos finalmente es posible, contra toda evidencia de la realidad.
Algunas frases del libro:
“A la distancia, le gustaba suponer que él hizo todo para fracasar rápido, como si anticipara futuros daños con su sagaz instinto. Nuria lo quería con misteriosa aquiescencia, como si lo amara a pesar de algo; aceptó su silueta descompuesta y empapada en su departamento de La Condesa como la magnánima capitulación del bienestar ante el desorden”.
“En algunas de las terapias a las que se sometió después de la ruptura, llegó a pensar que Nuria lo había invitado al abismo”
“Acaso lo insoportable para Nuria no tuviera que ver con las imposiciones de su padre sino con las de ella, no la humillante sumisión sino la fuerza de la que a veces se avergonzaba, la jeringa en sus manos, la dosis exacta para lo que ella sentía”.