Ocho cuentos con identidad propia y pisada fuerte, donde los personajes sufren experiencias que tuercen el curso de lo real, adentrando al lector en un mundo en el que se mezclan la ciencia ficción, lo abyecto y algo de realismo mágico.
Colanzi logra con maestría llevarnos por cuentos que parecieran no tener nada que los aúne, pero que, sin embargo, logran un conjunto singular. En ellos se añora algo del mundo anterior, de la idiosincrasia aborigen en Bolivia, de sus mitos, de un pasado que se impone y a veces se contrapone al presente occidentalizado, que por momentos aplasta.
Así, estos relatos de ritmo trepidante nos invitan a reflexionar sobre aquello que se esconde detrás de lo aparente, sobre las relaciones de dominación heredadas del colonialismo, pero también sobre temas universales, inherentes a la condición humana.
El peso dominante de la mirada materna sobre una joven que vacila entre sus raíces y su futuro, las fantasías infantiles sobre la muerte y la posibilidad de que ésta habite en el seno de la vida, el desdoblamiento de una narradora que se mira a sí misma y el relato de un joven poseído por el espíritu de un indígena, que se venga de la opresión sufrida, son solo algunas de las temáticas que habitan este libro.
Nuestro mundo muerto atraviesa voces y lugares diversos. Presenta situaciones fantásticas pero cargadas de humanidad, buscando en el lector la empatía, la mirada atenta. Va y viene entre lo onírico y lo real planteando límites difusos entre ambos universos.
Liliana Colanzi escribe historias magníficas. No le teme al uso de la violencia, de la venganza ni de la rebelión. Tematiza la identidad boliviana a través de lo indígena, de la cultura y el lenguaje, de personajes que encarnan sus leyendas, celebrando este pasado y mostrando también su oscuridad.
En palabras de la autora, sus cuentos exploran “la extrañeza dentro de lo cotidiano, el borramiento respecto de la vida cotidiana”.
Paloma Zeiguer