Para quienes no vivimos en Colombia, lo que conocemos de este país, más allá de su gran belleza, es una suerte de destino inevitables signado por la violencia, la guerrilla y el miedo. Claro que suponemos que hay mucho más que eso, pero, aun así, la simbología de la guerra se nos hace presente más que cualquier otra cosa.
Sofoco es el primer libro de cuentos de Laura Ortiz Gómez, escrito con una prosa poética y sensible, apelando al erotismo y a un sin número de emociones diversas. Cuentos que nos sorprenden en cada línea y nos dejan con la expectativa del siguiente, pues ninguno se parece al anterior.
En estos nueve cuentos, la autora nos habla de esa violencia inexorable que atraviesa Colombia, en la que varios de sus personajes se ven subsumidos de manera involuntaria, como si no tuvieran otra alternativa; sin embargo, los relatos van mucho más allá de eso.
La mirada inocente de una niña que atempera una trama sobre sometimiento, drogas y pobreza; un joven que intenta recordar a su madre muerta en manos de la violencia estatal; una niña que trata de ganar la mirada de su padre, admirador de Valderrama, una mujer que quiere conservar el silencio de un cementerio ante la amenaza de los ruidos de la noche; un dúo de amigos músicos que se descubren mientras atraviesan su interculturalidad.
Son personajes que se enfrentan al dolor y la adversidad, a la opresión y la desidia, pero lo hacen con el orgullo de saberse parte de un todo superador, que es su pueblo, su país, aquello que los identifica inquebrantablemente. Habitan en los márgenes de una sociedad conflictuada, en espacios donde reina lo no dicho y, sin embargo, logran hacer brotar la ternura y la belleza.
Los cuentos de Laura Ortiz Gómez relatan situaciones de una cotidianeidad rural, por momentos de gran tristeza, pero lo hace de la mano de ilusiones fantasiosas, de imaginación, de personajes que se mueven guiados por su deseo de libertad, de un mundo menos oscuro, aunque quizás eso no suceda jamás.
Y junto a los personajes de estos cuentos, la naturaleza también logra ser protagonista. Relatos que apelan a nuestros sentidos, que nos hacen escuchar sonidos y ver colores de la naturaleza que los rodea, por momentos abrasadora e imponente, por momentos asfixiante.
“Despiertas de noche, desorientado. Prendes la tulpa. Y otra vez escuchas clarito que el río se te viene encima. Así como contabas que bramaba Armero, así brama el río” (Esperar el alud).
Nueve cuentos singulares que componen un todo superador de sus partes y que nos deja con ansias de lo que sigue. Ojalá nos sorprenda.
Paloma Zeiguer