Mujeres mágicas, hipnóticas, voladoras. Figuras surreales que generan atracción y rechazo al mismo tiempo. Un escenario agresivo y misterioso del cual el lector quiere salir, pero no puede. Esto ocurre en “Las voladoras”, el cuento que le da nombre a este libro, aunque mucho de esto se traslada a los otros cuentos que lo conforman.
Mónica Ojeda nos presenta un compendio de relatos asombrosos y diversos, pero con denominadores comunes asociados a su estilo narrativo y su origen.
Una niña es enviada a vivir con su abuela, considerada la bruja del pueblo por practicar abortos y realizar rituales sanadores. Una mujer encuentra la cabeza de otra, que ha sido decapitada y decide involucrarse en el caso, subsumiéndose en el mundo de las umas. Una joven ha tenido por mucho tiempo el deseo de cortarle la lengua a su hermana gemela, con quien realiza performances de música experimental. Un grupo de amigas se enfrenta a la violación de la privacidad de una de ellas y con ello, al pudor y el deterioro corporal.
Estos y otros son los temas de sus relatos, cuentos oscuros que tematizan la violencia, tanto explícita como psicológica, encarnada en personajes femeninos, a través de quienes vemos el mundo. Mujeres atrapadas en entornos violentos, que sacan a la luz las situaciones en las que viven y en ocasiones se rebelan contra esquemas patriarcales. Se trata de temas difíciles de abordas per se -violencia, femicidios, maltrato, muerte- y a eso se le suma una narrativa potente, que no le teme al lenguaje abyecto, que parece salir de las entrañas, que expone desde el elemento más sutil hasta el más aferrado a la profundidad.
La autora misma define a sus cuentos dentro del género “gótico andino”. Y es que ambos elementos son centrales en su narrativa. Por un lado, la sensación de oscuridad y miedo que nos atraviesa al leerlos. La violencia materializada en los cuerpos, la presencia de sangre, de maltrato.
Por el otro, lo andino no solo como escenario sino como matriz. Ojeda busca reivindicar el imaginario ancestral de esta región, sus mitos y creencias, figuras arquetípicas como la bruja o el chamán.
Estos elementos son puestos a jugar por la autora para crear buena literatura, cuentos memorables porque son diferentes y porque nos atraviesan dejando una marca. Ojeda narra el cuerpo. Lo describe, lo desarma, lo despedaza. Y nos deja un libro que vale la pena descubrir.